23 de noviembre de 2011

Puente levadizo


Cuando más disfrazados estaban mis besos
Cuando más cansados estaban mis huesos
Apareciste, susurrando esta canción
Golpeando el piano de mi corazón.

No sé cuál de los dos estaba más borracho.

No sé quién había perdido más el rumbo.
El silencio llorando sobre el puente levadizo.

Cuando más miedo le tenía al futuro

Cuando soportar cada día se volvía más duro
Aterrizaste en mis pestañas
Arañando con tus teclas mis entrañas.

No sé cuál de los dos estaba más herido.

No sé quién se asomaba más al abismo.
El silencio llorando sobre el puente levadizo.

Cuando nuestro tren se escapaba sin remedio

Cuando intentábamos combatir el tedio
Aligeraste el peso de mis penas
remolcando en tus espaldas mis cadenas.

No sé cuál de los dos tenía la mirada más triste.

No sé quién prefería el ámbar al giste.
El silencio llorando sobre el puente levadizo.

7 de junio de 2011

Postigo St.


Bajando por el Postigo Street
Se preguntaba si era feliz
Dibujó eses muchas noches
La lluvia en la cara le hizo reír

Persianas metálicas
susurraban al pasar
Corriendo tras la luna
por baldosas de cristal

Sin saber que estába atada
al mojón de la verdad
Que del andén nueve y tres cuatros
Parte el tren de la felicidad

Una canción abrió la puerta
Atravesaron la fría piedra
No había monstruos de tres cabezas
Les esperaba la vida entera.




24 de febrero de 2011

Con la frente marchita


Sí, a mi las horas también se me han pasado volando entre humo, risas y besos.
Sí, yo también me muero por volver.
Sí, me paseo por el Rastro algún domingo que otro.
Y sí, viví unos tormentosos años ochenta.
Pero al menos, nunca añoraré lo que jamás sucedió, porque lo he vivido.

Sí, mi patria es la primavera.
Sí, me han olvidado demasiadas veces.
Sí, me sienta bien la boina calada, al estilo del Che.
Y sí, Buenos Aires es como cuentan, como dicen. Incluso mejor.
Yo también derramé mis lágrimas en la Plaza de Mayo y grité ¿dónde estás? a alguien que aún no conocía.

Y de pronto, silbatos de trenes que me recordaron que hay cosas que no puedes dejar escapar.
Y de pronto, sólo importaba una patria y una bandera, y estaban dentro de un corazón y de un alma en donde siempre es febrero. Verano sempiterno en Argentina.
Y de pronto, la éterea Argentina se desdibujaba y me fulminaba. Y un arrebato, comprar unos billetes, cruzar el charco.

¡Ah, Buenos Aires! El Río de la Plata, Recoleta, Retiro, La Boca, San Telmo, Palermo, Belgrano... y tantos lugares más...

Y después, volar, tomar colectivos, horas enteras soñando con Puerto Iguazú y las cataratas, Córdoba y la noche, Mendoza y sus vinos, y el Parque del Aconcagua, San Carlos de Bariloche y probar las frías aguas del Nahuel Huapi, Villa Angostura y sus turistas despistados, El Calafate y El Perito Moreno, Ushuaia con su luz mágica y la Tierra de Fuego, el fin del mundo che, Bahía Blanca con su Universidad. Cruzar Media Pampa en colectivo, tragando polvo, sudor y lágrimas de rabia.

Y muchas más horas imaginando lo que me gustaría conocer: Cuyo y el Valle de la Luna, Jujuy, El Parque Los Menhires y las Ruinas Quilmes, Salta y el Tren de las Nubes, la Quebrada de Humahuaca, San Miguel de Tucumán, las Termas de Ríohondo, Chaco, Río Negro, Chubut, Neuquén, acercarme a El Bolsón, recorrer la Ruta 40 y por qué no, intentar recuperar Las Malvinas, aunque sea en fantasías...
Tanto que visitar, que necesitaría siglos...

Y yo, con mi frente marchita por treinta y dos junios, me muero por volver.

6 de enero de 2011

La leyenda del tiempo



Tiempo que se escapa entre los dedos

Como un puñado de arena

Dimensión traicionera, hecha de sueños y recuerdos

Cosida al destino con hilos de vida


Tiempo que fluye inexorable

Como agua pura por un río infinito

Agua estirada y encogida, sin llegar nunca al mar

Agua amarga que nunca va hacia atrás


Ritmos que cabalgan por el tiempo

Bajos que se enredan en el ritmo

Guitarras que martillean los segundos

Voces que desgarran los relojes


Segunderos derretidos que resbalan por tu espalda

Minuteros ansiosos por la hora de tocar tu cara

Años asolados por sequías de luz de luna

Eternidad alumbrada, vale más tarde que nunca.